A partir de abril de 2012, se ha establecido como obligatoria la enseñanza de las artes marciales en la escuela secundaria en japón. Hay un grupo de opinión que se opone a esta obligatoriedad porque temen por la seguridad de los estudiantes; Kōno Yoshinori, investigador de las artes marciales tradicionales, nos señala ante todo la problemática de la implantación en el actual sistema educativo la enseñanza de las artes marciales.
Japón durante cientos de años y hasta la modernización de la Restauración Meiji (1868), fue un país en el que las riendas del gobierno las llevaban los bushi (samuráis). Por esa razón, aún a día de hoy en el extranjero se piensa que los japoneses saben todos algún tipo de arte o técnica marcial.
Las artes marciales japonesas en la historia moderna
Ciertamente, Japón no ha estado nunca gobernado temporalmente por un gobierno militar. Su sociedad ha estado siempre administrada por un característico sistema jerárquico de clases: agricultores, artesanos, mercaderes, y por encima de ellos los samuráis. No obstante, aunque el sistema de clases japonés aparentemente genere una impresión de haber sido algo solido y firme, en realidad fue un sistema bastante fluido.
Aunque oficialmente a la plebe (artesanos, mercaderes y agricultores) se le había prohibido aprender las artes marciales, en realidad apenas se respetaba esta ley, y particularmente en las áreas bajo el control directo del shogunato de Edo, los artesanos, mercaderes y agricultores aprendían las artes marciales sin ninguna vacilación.
Por ejemplo, a finales del período Edo, los líderes del Shinsengumi (grupo que luchó frontalmente contra el movimiento que quería derrocar el sistema del shogunato), el comandante Kondō Isami y el vicecomandante Hijikata Toshizō, provenían de familias de campesinos y de entre los soldados del regimiento también hubo muchos que no pertenecían al linaje de los samuráis.
Todos estos personajes aprendieron las artes marciales porque se sentían atraídos por la figura del samurái, y no creo que ninguno de ellos se viera forzado a aprenderlas contra su voluntad. Sin embargo, con la llegada de la era Meiji, llegó el servicio militar obligatorio y salvo las personas extremadamente débiles, todos tuvieron que someterse al entrenamiento militar, les gustase o no.
Más tarde acaecería la derrota en la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, el GHQ (Cuartel General, por sus siglas en inglés) de las Fuerzas Aliadas, con el fin de eliminar totalmente la predisposición militar japonesa, prohibió cualquier cosa que tuviese relación con las artes marciales; sin embargo, más tarde levantaron esta prohibición como medida para potenciar el papel de Japón como fuerza aliada.
De este modo, con el paso de los años, las artes marciales como el judo y el kendo han experimentado un desarrollo similar a otros deportes de competición. En los últimos años, se ha planteado una política educativa que tenía por lema “el respeto por la tradición y cultura japonesa” y ha introducido en la escuela secundaria la práctica de las artes marciales: el judo en su gran mayoría, además del kendo y el aikido. A partir del año escolar 2012 se ha decidido que esta práctica de las artes marciales sea obligatoria.
El problema con las artes marciales obligatorias en las escuelas
Al ser una persona involucrada en las artes marciales, algunos medios de comunicación se han dirigido a mí para preguntarme qué opino de todo este asunto. Es difícil dar una respuesta sencilla a esta pregunta. Pienso que la práctica obligatoria de las artes marciales en el actual sistema escolar provocará diversos problemas. Si tengo que posicionarme entre si estoy a favor o en contra, diré sin dudar que estoy en contra.
La razón por la que pienso así es la siguiente: no creo que a los estudiantes que se les fuerce a aprender artes marciales lleguen a pensar que la cultura tradicional japonesa es espléndida. Además, pasará lo mismo aunque se aplique esta medida a los estudiantes que hayan expresado su interés por las artes marciales. ¿Por qué? Si de entre los estudiantes de secundaria que aprenden judo hay alguno que haya practicado lucha libre, no creo que por el mero hecho de aprender judo vaya a despertársele un sentimiento de respeto hacia la cultura tradicional japonesa.
Es decir, para que mediante la práctica del judo el estudiante pueda sentir realmente que éste contiene algo “excepcional” propio de la cultura tradicional japonesa que no está incluido dentro de la lucha libre, debería sorprenderse y sentirse atraído al encontrar en el judo una forma inesperada y diferente de mover el cuerpo que haya existido anteriormente en Japón. Sin embargo, ¿realmente las artes marciales japonesas modernas son capaces de entusiasmar de ese modo a los estudiantes? Creo que es un problema que arranca desde los fundamentos.
En la actualidad, la diferencia entre el judo y la lucha libre estriba casi exclusivamente en sus reglas y están desapareciendo las grandes diferencias entre las respectivas maneras de mover el cuerpo y sus métodos de entrenamiento. Es un hecho ya ampliamente conocido que si se hiciera judo con la ropa de judo puesta y según las reglas del judo, el practicante de judo tendría una gran ventaja, pero si se compitiera vestido con el uniforme de lucha libre y según las reglas de la lucha libre, la ventaja del practicante de lucha libre sería abrumadora.
Las artes marciales japonesas, una fusión entre occidente y Japón
Si queremos demostrar la excelencia de las artes marciales como un tipo de cultura con una particular noción y manejo del cuerpo dentro de la cultura tradicional japonesa, deberíamos ser capaces de hacerlo aunque nos enfrentamos a un practicante de lucha libre. Anteriormente, grandes maestros de las artes marciales como el fundador del aikido, Ueshiba Morihei, y Kunii Zenya, 18º gran maestro de la escuela antigua Kashima Shinryū, fueron capaces de demostrar dicha superioridad; sin embargo actualmente no hay casi ninguna persona que pueda hacerlo en la práctica.
Una de las razones que explica este fenómeno es la atracción que empezó a sentir Japón por Occidente a partir de la era Meiji. Desde entonces, nuestro país ha venido incorporando e injertando con fervor la cultura occidental en la cultura japonesa, y ni siquiera las artes marciales japonesas se han salvado de este fenómeno. La occidentalización de la manera de utilizar el cuerpo que se introdujo después de la era Meiji todavía sigue profundamente arraigada en las artes marciales hoy en día. Por ejemplo, en el kendo actual se considera “una buena postura” el mantener la espalda recta; sin embargo la postura natural en el antiguo kenjutu japonés (del cual se desarrolló el kendo) es diferente, se tenía el torso inclinado hacia delante, una postura que valorada según el sentido común actual no sería merecedora de ningún elogio.
Si nos fijamos en el tipo de agarre del shinai (espada de bambú), ocurre lo mismo: en la forma de agarrar la tsuka(empuñadura) del shinai en el kendo actual se deja un espacio entre la mano izquierda y la derecha. En realidad, este tipo de agarre proviene de finales del período de Edo, cuando se pusieron de moda los shinai largos, y es sólo uno de entre los múltiples estilos que había por aquel entonces.
Si se investiga bien en los textos antiguos y se pone en práctica el coger la empuñadura con las dos manos juntas, uno comprende que así se puede mover el shinai más rápido porque lo que se mueve es el tronco y no los brazos; esto es especialmente efectivo en el caso de manejar un sable real. Es decir, con esta explicación se puede comprender cómo el kendo, que tanto se ha difundido actualmente, difiere mucho del kenjutu que la antigua tradición japonesa ha venido transmitiendo y que se ha visto modificado por la ilustración europeizante.
En cuanto al judo, a principios de la era Meiji su fundador y posterior creador de la escuela Kōdōkan, Kanō Jigorō, que había aprendido el jiu-jitsu, un arte marcial despreciado por su brutalidad, empezó a enseñarlo empleando términos científicos de los principios de la mecánica, como el de la palanca, creando el judo moderno tal y como lo conocemos hoy en día. Por ese motivo, no incluyó los principios de los sutiles movimientos corporales del jiu-jitsu que permitían desequilibrar al oponente aunque se tuviera un solo punto de agarre.
Aprender el ukemi
Tras hacer esta retrospectiva, no hace falta insistir en que el kendo y el judo, que han ido cambiado a la par que se modernizó el país, difieren mucho de la finura con la que competían las artes marciales tradicionales japonesas. Sin embargo, ante la reciente deterioro de la capacidad física de los japoneses pienso que es mejor hacer algo antes que quedarnos cruzados de brazos. Particularmente para el ser humano que camina sobre dos piernas, las caídas son el peligro más frecuente. Creo que para evitar heridas, se debería enseñar el ukemi (el arte de caer de forma segura) en la primera etapa de la educación física en la escuela primaria o en el jardín de infancia, tomando el judo o el aikido como referencia.
Y a través de estas actividades, sería la vía más natural para que los adultos despertaran el interés de los niños por las artes marciales. La diferencia que existe entre la capacidad de aprender obligado a la de hacerlo impulsado por el propio interés es la misma que existe entre el cielo y la tierra.
Lo que necesitan los niños es una educación a través de trabajos corporales
Yo, desde hace algún tiempo, mantengo la teoría de que para los cursos inferiores de la escuela primaria sería suficiente con impartir Lengua, Historia y Educación física. La lengua es absolutamente necesaria para el aprendizaje de numerosas materias; a continuación incluiría las Matemáticas, Ciencias y todo el resto en la asignatura de Historia.
Al mismo tiempo que se explicase cómo se han formado las diferentes civilizaciones y culturas desde la antigüedad, si cada asignatura enseñara sus contenidos siguiendo cronológicamente cada época de forma general, los niños lo entenderán y aceptarán, además de que se despertaría su interés. Después de todo, los niños son la curiosidad personificada y siempre quieren saberlo todo.
Y con el fin de impresionar las mentes de los niños aún más, sería eficaz aprender realizando trabajos corporales. Por ejemplo, clavar en el suelo tres estacas separadas por intervalos de 5 metros, 4 metros y 3 metros, de tal forma que si se atase una cuerda, se formaría un triángulo rectángulo; de esta manera podrían aprender el teorema de Pitágoras.
En resumen, si se aprende al mismo tiempo Educación física, Manualidades y Aritmética, se tratará de un aprendizaje dinámico que podrá aplicarse de diferentes formas en el futuro. Para mí, que defino las artes marciales como “el mejor sistema para manejar directamente los problemas importantes de la persona”, considero que es muy importante realizar este tipo de aprendizaje desde la infancia para que después se pueda aplicar en la práctica.
En la cada vez más confusa sociedad moderna salpicada por numerosos problemas -el accidente de la central nuclear, la insolvencia económica, etc.- creo que por sus capacidades intrínsecas no hay nada mejor que las artes marciales para potenciar la capacidad de autogestionar la dirección de las propias acciones; sin embargo no puedo descartar el temor a que haya un efecto contraproducente a causa de una mala pedagogía.
Recientemente, me he convencido aún más de la veracidad de la siguiente idea: ante todo, es muy importante que los adultos no se obsesionen en perseguir resultados económicos a corto plazo, lo mejor sería que abrieran primero los ojos al problema de base y se plantearon qué significa vivir como un verdadero ser humano.
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